lunes, 10 de abril de 2017

Caballo de Troya: la historia de los modernos Odiseos del mantenimiento vial en Ica


La Lupa

Redacción
Carlos Ramón Noda Yamada
Abogado. Gerente General del GORE Ica

El Decreto de Urgencia N° 004-2017 autorizó, entre otros, la incorporación de S/ 43 861 803 para el financiamiento de acciones de mantenimiento en la red vial departamental de Ica, con el objetivo de reducir el costo, tiempo e inseguridad en el transporte. Aquel monto no es poca cosa, sobre todo si se le compara con los S/ 58 881 572 autorizados en el Presupuesto Institucional de Apertura del Gobierno Regional de Ica, para Inversiones en el Año Fiscal 2017: los recursos equivalen al 74,49% del PIA para inversiones.

¿Qué pensaría usted, amable lector, si supiera que el objetivo declarado oculta la intención de ciertos Odiseos modernos –lamentablemente no identificados– de utilizar ese dinero para, literalmente, remover la tierra y rastrillar manualmente los guijarros del suelo, acciones a las que califican como “mantenimiento vial”? ¿Acaso usted no se indignaría al saber que el esfuerzo de remover la tierra con rastrillos no tendría efectos más allá de unos pocos días y que el tránsito de unos cuantos camiones o la más mínima lluvia, por no mencionar el viento, dejarían la vía exactamente igual –de intransitable– que al inicio?

Odiseo, el legendario Rey de Ítaca, era conocido en la mitología griega por su astucia, la cual demostró al idear la estratagema mediante la cual los aqueos lograron finalmente vencer las murallas de Troya utilizando el engaño y la traición: el Caballo de Troya. Dicho artefacto, presentado como una ofrenda a los troyanos por su supuesta victoria, ocultaba las verdaderas intenciones de las huestes de Agamenón, que no eran otras que capturar la ciudad, saquearla y reducirla a cenizas.

Los modernos Odiseos plantean la falsa dicotomía entre Escila –la rapidez de la contratación sin concurso público, so pretexto de la “emergencia”– y Caribdis –la lentitud de los procesos de selección públicos, que ellos se encargarían de exacerbar– para el uso de los recursos. Ambas son, como sus pares mitológicos, dos monstruos creados ex profeso para contratar sin concurso. A ello suman sus cantos de sirena para atraer a los incautos a una “rápida atención de la emergencia” mediante el “mantenimiento manual” –que no es otra cosa que rastrillar el suelo–, alegando falsamente que es para lo único que hay tiempo o lo único que la ley permitiría hacer.

Siguiendo al filósofo de Königsberg, debemos actuar de manera tal que la máxima de nuestra voluntad pueda convertirse en una ley universal. Si fuera verdad que la “Ley” peruana ordena que millones sean destinados a un esfuerzo inútil, el país estaría condenado y, para no ser cómplices del saqueo y desperdicio de esos recursos, lo mejor que podría hacerse sería devolver esos recursos escasos inmediatamente al Tesoro Público para que sean utilizados para una finalidad más elevada y que verdaderamente mejore la vida de los peruanos: este es un imperativo categórico, una ley universal de justicia.

Las calzadas fueron una de las obras maestras de la gran civilización romana: bien construidas y tan perdurables que aún hoy están a la vista. Ellas fueron la red articuladora del vasto Imperio, que permitió la conquista, el comercio y la romanización del mundo conocido. ¿Por qué, dos mil años después, los caminos de Ica son de tierra y gravilla? ¿Por qué, dos mil años después, las calzadas romanas desafían al tiempo y los caminos iqueños se pierden en el polvo del olvido a pesar de los millones destinados a ellos a lo largo de los años? Porque existen personas que actúan como Odiseos modernos y utilizan su astucia para, mediante el engaño y la traición, construir Caballos de Troya que ocultan su afán de festinar contratos utilizando la desgracia ajena. Aquellos servidores y funcionarios que traicionan a su propio pueblo deberían recordar la forma en que Roma castigaba el crimen de la traición.
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